Carlota

15.09.2017

Su última voluntad había sido poder terminar la obra. La obra de la condesa, de Carlota.

El pintor, desde las rejas de la celda, observaba a Carlota fugazmente y movía el pincel sobre el lienzo que descansaba en el caballete. Llevaba cerca de tres meses haciendo aquella obra, la que firmará el final de una vida.

Carlota permaneció inmóvil viendo cómo aquel hombre trabajaba y miraba con dificultad su cuerpo entre los barrotes. Hacia mucho que un hombre no la miraba así, su marido hacía semanas que no iba a verla y se sentía muy sola; por lo cual la mirada del hombre ardía cada vez que sus ojos recorrían su piel recubierta de abalorios. Aquel era el "atuendo" que su marido había querido que ella vistiera para el cuadro, aunque más tarde debería cambiarse para el juicio.

Los trazos sobre el lienzo eran suaves y delicados, como si el pintor estuviera dibujando sobre la propia mujer, cuidando cada detalle y tardando lo más posible con intención de seguir observando a la condesa y posponer la sentencia tanto como pudiera.

Carlota podía sentir la ansiedad del artista en sus pinceladas, algunas innecesariamente lentas para un artista de aquel calibre.

-Por favor, relájese. Todavía hay mucho tiempo hasta el juicio.

El pintor la miró asombrado, sin saber cómo había sido capaz la modelo de leerlo a él, él, que usualmente solo se expresaba a través de la pintura y el arte.

Gracias a las palabras de la bella joven, el pintor se relajó y siguió trabajando como acostumbraba a hacer,

El tiempo pasaba y el cuadro estaba casi terminado, tenía una vividez exagerada, incluso se podía apreciar el brillo de los ojos.

Mientras más cerca estaba la hora del juicio, más nerviosos estaban ambos. Los guardias ya estaban en la puerta preparados para llevarlos a ambos. Uno viviría, otro no.

La mano del pintor tembló cuando dibujó el último trazo sobre el lienzo. Apartó la cara de la obra y respiro hondo, intentando quitarse el olor a óleo de sus fosas nasales. Cuando miro su obra se sorprendió, ya que el erotismo que pretendía plasmar tres meses atrás había sido sustituida por una sensualidad fría y lúgubre; casi triste.

Cuando la modelo se acercó a los barrotes se sorprendió de forma breve, luego una sonrisa comprensiva se dibujó en sus labios y asintió aprobando la obra,

Ambos se miraron a los ojos temiendo lo que vendría.

-Ha sido un placer haberle cumplido su último deseo.

La otra persona asintió y los guardias se acercaron, abrieron la celda y sacaron a Carlota de ella, la modelo, temblando camino hacia el vestuario y se preparó para lo que venía.

El pintor se quedó mirando la obra con la pintura aún fresca, Su mejor obra, demasiado profunda y especial para el.

Suspiro y fue hacia el juzgado, observó cómo colocaban a la joven en la guillotina. Su corazón se encogió cuando los ojos de Carlota buscaron los de él y le sonrió. Esa era una sonrisa cálida llena de esperanza y tranquilidad.

La joven Carlota no tenía miedo a morir. La guillotina que colgaba justo encima de su cuello no le daba miedo. Tan solo estaba tranquila, esperando el momento en el que la cuchilla descendiera y la mutilara.

Pero ella había visto la pintura, ella había visto el brillo de tristeza en aquella obra, una tristeza que no había podido ver ella misma en sus propios ojos, pero que un pintor había podido ver.

Y entonces lo supo. Ella nunca perecería, ya que siempre viviría dentro de la obra del pintor.

Dentro de Carlota.

"Calis"

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