Primer Aliento

19.12.2018

A pesar de encontrarse en el interior del coche y de que ninguna de las ventanas estaba abierta la madre podía sentir un vientecillo en sus mejillas sonrosadas mientras respiraba de forma errática. Podía sentir cada bache en el camino que su marido estaba siguiendo, y aun asi no sabia en que lugar de la carretera se encontraban y cuanto faltaba para que llegaran por fin al final del trayecto.

Cada minuto que pasaba la madre sentía como aquella hermosa tortura era cada vez más dolorosa, y como deseaba que se acabara de una vez para por fin tener su recompensa, algo que hiciera que aquel dolor que estaba sintiendo en aquel momento pareciera una tontería, algo que hiciera de aquel momento uno memorable.

Su hijo.

Eso era lo que estaba deseando ver en aquel momento. Eso era por lo único por lo que estaba sufriendo aquella dulce tortura, con el único propósito de ver a su hijo. A aquella criatura que había estado cuidando y preparando durante cerca de diez meses. A esa pequeña criatura a la que solo había podido ver a través de fotografías borrosas y audios en los que no podía oír nada más que unos golpes regulares que representaban el corazón de su pequeño hijo.

Desde el primer momento en el que había sabido que lo albergaba en su interior lo había amado, y en ese momento se había convertido en madre de aquella pequeña criatura. No hacía falta que naciera, ella ya sabía que la iba a querer como nunca había querido a nadie en toda su vida.

Al principio había tenido dudas, recordó mientras sus respiraciones se volvían cada vez más violenta e irregulares, no sabía si iba a poder darle al niño todo lo que necesitaba, si iba a poder alimentarlo y vestirlo correctamente, no sabía si podría cogerlo sin que se cayera al suelo o sin que se pusiera a llorar más. Pero en ningún momento iba a dudar de el amor que iba a sentir por aquel ser.

Otro bache en el camino, su esposo se disculpó con ella, y miró durante un segundo hacia su amada para asegurarse de que estuviera bien, de que no hubiera complicaciones, a pesar de que el no tenia ni idea sobre esas cosas. EL quería, deseaba poder sentir lo que su esposa estaba sintiendo en aquel momento, quería quitarle algo de dolor, o por lo menos, compartirlo.

Él no había tenido tantas dudas como su esposa, iba a ser difícil, si, eso lo tenía muy claro y no queria quitarmelo de la cabeza, no quería que fuera facil, despues de todo su esposa iba a traer una persona a el mundo, y aquello no era una tarea nada fácil. Además de traerla tendrán que cuidarla y moldearla, al menos hasta cierto punto, para que fuera una persona alegre, para que pudiera vivir como quisiera, sin importar qué era lo que quisiera hacer en su vida, sin importar a quien decidiera amar o odiar.

El padre sonrió, pensando en como se había negado a saber el sexo de la criatura que su amada protegida en su vientre, no quería tener conocimiento de ello, porque sabia que fuera del sexo que fuera iba a quererla de todas formas. 

Un grito especialmente alto de su mujer hizo que el padre saliera de sus ensoñaciones, le gritó a su esposa que ya estaban cerca, que pronto iban a llegar al hospital y que todo estaría bien, que pronto iban a poder conocer a aquella criatura a la que había amado incluso antes de que se formara completamente. Ella sonrió ante las palabras de su marido y asintió, pidiéndole a su amado hijo que aguantara un poco más, que pronto iba a poder respirar y ver a sus padres, el mundo exterior.

El resto del camino era una nube borrosa para ella, simplemente escuchaba a su marido gritar a las enfermeras desesperado para que la ayudaban, notaba como las enfermeras la movían de un lado para otro, la subían a una silla de ruedas y la metían en una sala fría, demasiado fría. El único pensamiento que se le pasó por la cabeza fue que no quería que su hija viniera a un mundo tan frío, quería que lo primero que sintiera fuera el calor de sus brazos, o el de los de su padre, no aquel frío artificial, pero tampoco podía hacer nada por evitarlo.
Enseguida pudo notar la mano de su marido sobre su mano, apretándola, dándole cariño y apoyo, ella sabía que él quería quitarle gran parte del dolor que estaba sintiendo, pero a la madre no le molestaba en absoluto, lo recibía sin rechistar, ya que sabía cuál iba a ser el resultado de aquel dolor.

Apenas escuchó un suave llanto su dolor cesó, se centró en aquel sonido celestial y en las exclamaciones de alegría del padre, que miraba en dirección al llanto con total admiración. Parecía que nunca había visto a una criatura tan hermosa en toda su vida, y quizás fuera así.
Mientras jadeaba por el esfuerzo cerró los ojos, pensando en como todo aquel esfuerzo se le iba a ser recompensado en aquel mismo instante. Y no podía dejar de sonreír en el momento en el que las enfermeras le pusieron a su hija en brazos, en el momento que los llantos de la criatura cesaron ante la mirada atenta de sus padres. Miro a ambos, con sus ojos enormes y redondos y se calmó. La madre no podía dejar de verlo, no podía dejar de acariciarle la cabecita, no podía dejar de mirarle los pies, las manos, la nariz.


Todo acerca de aquella criatura le resultaba fascinante, y ambos lloraron, porque sabían que lo iban a amar de forma incondicional.


Lloraron por ver a aquella pequeña criatura viviendo, mirando, oliendo.

Respirando.

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar