Mina

28.03.2018

Las llamas lamían su cuerpo lentamente y sin descanso alguno.

Miro hacia arriba, la cara de numerosas mujeres llorando llamas a su alrededor, calientes se deslizaban por sus mejillas para caer en las propias; quemaba.

Intentaba apartarlas, pero sus brazos estaban siendo sujetados y acariciados por ellas firmemente. No parecía que tuvieran ninguna intención de soltarlo por el momento; dolía.

Una se movía mas cerca de él, sentándose encima de sus piernas, inmovilizan las también. La piel de esta era caliente y a diferencia de las demás no estaba llorando, simplemente lo miraba como si quisiera sacarle algún tipo de información; confundía.

Aquella era distinta en todos los aspectos. Su piel era casi de color rojo, por el calor, intuía el. Ellas tenían el pelo largo, interminable, el cual se enredaba entre sus piernas y sus dedos, ella, tenía el pelo corto, con un solo mechón que le llegaba hasta la clavícula de color blanco azulado. Ellas, desnudas y sudorosas debido a las lágrimas calientes que resbalaban de sus ojos. Ella, vestida con una sencilla pieza de lencería que cubría sus partes íntimas; sudaba.

¿Donde había sido? El collar que colgaba del cuello de ella le resultaba familiar, demasiado. Quería acercarse a la mujer y preguntarle quien era, pero los labios de ellas ocupaban los suyos y le impedían hablar con ella, y las caricias en sus brazos evitaban que la tocara; ahogaba.

Su boca fue liberada finalmente, y cuando otra se acercó para besarlo le mordió el labio con fuerza, haciendo que una de ellas retrocediera y que las demás lo miraron sorprendidas. El hombre aprovechó aquella distracción para liberar sus brazos de ellas y rodear el cuerpo de la mujer que tenía delante de él; emocionaba.

Se miraron fijamente a los ojos durante bastante tiempo. Gradualmente el hombre dejó de sentir la calurosa presencia de las mujeres con cabello interminable y la única fuente de calor que tenía cerca era la piel rubí de ella. Solo su piel rubí y su pelo diamante. Sus ojos esmeralda y su collar amatista; relucía.

Una mina, ella era una mina; brillaba.

El se levantó, sintiendo sus piernas débiles por el calor, y se adentro en ella, en la mina, observando todo lo que había a su alrededor. Había una cantidad variada de minerales incrustados en las paredes a las cuales no paraba de mirar lleno de admiración. Nunca había visto tantos colores tan distintos brillar con tanta fuerza en un mismo lugar. No podía ver nada más a parte del resplandor de aquellas joyas. No podía ver nada. Solo los minerales. Solo sus ojos, su pelo. Solo a ella. Su interior; digería.

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