Sangre y fuego

23.11.2020

Una espada, le habían ordenado a hacer una espada. Aquello no era raro, era uno de los mejores herreros de la región después de todo, el problema era el tipo de espada que quería aquella mujer.

"Una espada forjada con la sangre de mis enemigos."

En un principio el herrero pensó que la joven estaba de broma. Una muchacha joven como ella no podía tener enemigos, ni la necesidad de tener una espada. Pero aquella joven no bromeaba. Ella le dijo que cada día le traería sangre para que forjara la espada y él pudiera trabajar en ella poco a poco.

Siendo sincero, el herrero pensó que la joven fuera a aparecer, así que después de cuatro días sin ver a la joven se olvidó de aquel tema. Seguramente ella era solamente una jovencita aburrida que tan solo quería gastarle una broma al herrero.

Al quinto día apareció con circulos negros bajo los ojos y partes de su vestido rotos, pero su rostro parecía mas brillante y su expresión no era tan sombría como lo había sido el primer día que ella había aparecido. Dejó dos grandes jarras llenas de líquido rojo sobre su mesa de trabajo. El herrero se quedó mirando las jarras estupefacto, sin saber muy bien que hacer ¿Realmente aquello era sangre? ¿Cómo la había conseguido? ¿De quién era?

Mientras el herrero se planteaba todas aquellas preguntas la muchacha lo miraba fijamente esperando ver como empezaba a trabajar en su espada, se había pasado dos días enteros pensando en el diseño del arma, segura de que la suya sería la espada más majestuosa que una mujer había tenido.

El herrero había hecho miles de encargos, forjado muchísimas armas, cada cual más espléndida, y había aprendido a no hacer muchas preguntas, pero aquella situación se escapaba de su razonamiento. Lentamente y bajó la mirada atenta de su clienta se acercó a una de las jarras y la abrió, sus fosas nasales fueron invadidas por un intenso olor a sangre. Intento mantener la compostura, intento no mostrarle a la joven lo aterrado que se encontraba en aquel momento, pero él era solo un herrero, no un actor.

Aun así, no pregunto, asintió lentamente, cuando la joven le entregó un papel con el dibujo de la espada que quería y la joven se despidió prometiendo al herrero que volvería dentro de unos días con más "material" para él. El herrero accedió y empezó a trabajar en aquella sangrienta espada.

Fiel a su palabra la joven aparecía cada dos o tres días con más y más jarras llenas hasta el límite de sangre, todos los días la muchacha le preguntaba cómo iba su espada y todos los días el herrero se limitaba a decirle que iba bien. Nunca le preguntaba de quién era la sangre o como la conseguía, pero cada vez que ella aparecía con un nuevo cargamento de jarras la joven parecía más feliz que la vez anterior, más resplandeciente.

El herrero tenía que admitir que la espada era la más hermosa que había fabricado hasta ese momento, no era especialmente grande, era de un tamaño bastante normal, perfecto para que se pudiera blandir sin tener que usar mucha fuerza, ligera, pero la hoja era afilada. El diseño que había escogido la joven hacía que se viera aún más espléndida.

En el pueblo habían empezado a haber desapariciones inexplicables que coincidían con las fechas en las que la muchacha aparecía en su herrería con una sonrisa y más jarras de sangre. No le dio importancia, sabia que podía ir a la cárcel por aquello, pero por alguna razón la idea de dejar de hacer aquella espada le parecía mal, la tenía que terminar, debía honrar a todas aquellas personas que habían muerto para poder hacerla, así que siguió forjando, olvido los demás pedidos que tenia, se olvido de volver a su casa con su familia, dormir y comer ya no eran una prioridad para el, así que solo lo hacia cuando sentía que era estrictamente necesario.

Después de varios meses habían desaparecido cerca de cincuenta personas en el pueblo y más de trescientas personas a las afueras y en los pueblos y ciudades cercanas, pero la espada por fin estaba completada. El herrero la contempló en toda su gloria, aun estaba caliente por la forja y olía levemente a sangre, pero el herrero supuso que aquello era inevitable. La muchacha apareció minutos después de que el herrero terminara la espada, ya no había ni rastro de aquella sombría muchacha que había aparecido el primer día en su herrería, la que se encontraba enfrente de él ahora era una joven hermosa y sonriente, llena de vida. Su sonrisa se amplió aún más cuando vio la espada completamente terminada, hermosa y resplandeciente.

El herrero casi se echa a llorar cuando vio a la joven sujetando la espada entre sus manos y moviéndola ligeramente comprobando que era manejable. Cuando la muchacha se disponía a pagarle a el herrero este negó con la cabeza y dijo que no iba a necesitar el dinero, que disfrutara la espada y la cuidara bien, pero que le hiciera un último favor. La muchacha se quedó mirando al herrero, la espada en sus manos pesaba, y podía sentir el frío de la hoja contra sus piernas desnudas; escuchó la petición del herrero.

Su espada estaba terminada, la joven la observó camino a su casa, ahora tenía una capa rojiza cubriendo la hoja, pero seguía siendo hermosa, aquel herrero se había asegurada que la de ella fuera la espada mas hermosa que nunca había existido, y ella le estaría agradecido eternamente, y ahora él la acompaña allá donde fuera.


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