"Vida" a oscuras

18.03.2020

No tenía ningún recuerdo anterior a las luces cegadoras y a las chispas volando a su alrededor. Lo primero que recordaba eran criaturas altas y de aspecto extraño rodeándola y mirándola fijamente. No recordaba a su madre, nunca la había visto, podría haber sido cualquiera de las mujeres que estaban en las otras celdas. Había sido amamantada por todas ellas y no se sentía especialmente unida a ninguna.

No conocía nada más allá de aquella intensa oscuridad que las engullía, nunca había salido de aquel lugar antes y no creía que fuera posible salir de allí, ya que nadie lo intentaba y todo los que se aventuraban a las partes prohibidas de aquel lugar volvían con las manos vacías y varios golpes por todo el cuerpo. Así que ella alejó la idea de salir de aquel lugar de su mente.

No se acostumbraba al trabajo. A pesar de que lo hacía desde que podía caminar, todavía no se no se acostumbraba a el tacto rígido de las herramientas y la vibración que producían al chocar contra la piedra. El sonido era ensordecedor, y cada noche cuando se retiraba a su celda lo hacía con un dolor de cabeza que no la dejaba conciliar el sueño fácilmente.

No le gustaba la comida pero al menos se sentía agradecida por tener algo que llevarse a la boca. Veía como aquellas personas que eran castigadas dejaban de comer hasta que finalmente quedaban inertes en el suelo, inmóviles y malolientes. Se negaba a acabar como ellos, así que comía todo lo que le daban y procuraba no meterse en en ningún problema. Siempre intentaba cumplir con todo lo que le decían las personas que las supervisan.

No le gustaba fingir ignorancia. Odiaba tener que aguantar las miradas que los hombres le dirigían a ella y al resto de las mujeres que trabajaban con ellas. Pero no podía decirles nada al respecto, si lo hacía seguramente le pegarían, como la última mujer que osó quejarse de los toques desagradables de los hombres. Por lo menos estaba agradecida de que todavía no se había desarrollado lo suficiente como para ser víctima de todos esos abusos, aunque sabía que tarde o temprano pasaría.

No entendía porque tenia que cuidar a aquellos bebés que no tenían nada que ver con ella. Estaba cansada de tener que levantarse en mitad de la noche para callarlos. Tenía pocas horas para dormir, como los bebés tenía incluso menos tiempo. Aquellos bebés nunca sabrían quiénes eran los padres al igual que ella no tenía ni idea de quién eran los suyos, pero en aquellas circunstancias era mejor no saberlo.

No tenía ni idea de qué aspecto tenía el mundo exterior, la única conexión que tenia con el mundo de afuera era la cantidad de tubos que habían en las cuevas, para que entrara oxígeno, y no era la única. Cuando era niña y su curiosidad se despertaba le pregunto a la mayoría de la gente con la que tenía contacto, pero nadie supo darle una respuesta, no habían visto el exterior. Aquello la hizo pensar, ni siquiera las personas mas ancianas habían visto que había en el exterior de las cavernas, aquello era lo único que conocían. La joven se planteó preguntarle a los soldados que las vigilaban todo el rato, pero no se atrevió, no quería que la castigaran por ser muy curiosa.

No faltaba mucho para que ella pudiera empezar a tener hijos. Las manchas rojas ya habían aparecido, durante aquellos periodos de tiempo la dejaban descansar con las embarazadas y los bebés, hasta que pasara el dolor y ya no corriera más sangre entre sus piernas. Ella sabía que los hombres estaban esperando a que su cuerpo se acostumbrara a los nuevos cambios que estaba sufriendo su cuerpo. Cuando lo hiciera pronto empezarían a aparecer hombres frente a ella para pedirle que escogiera a uno de ellos para que compartiera su cama, La joven agradeció que al menos le dejaran elegir, eso la consolaba levemente.

No le molestaba su "pareja", la trataba bien a la hora de tener sexo y no la molestaba al terminar. A pesar de que no le agradaba del todo tener que aguantar al hombre, seguía sin gustarle el acto en sí. No le producía ningún placer; lo único que quería en el momento era que acabara, pero no podía quejarse, quería seguir viviendo..

No quería que la alejaran de su bebé. Quería cuidarlo, verlo crecer y que la llamara mamá. Necesitaba estar con él, había intentado pedir que la dejaran criarlo, pero los encargados creían que aquella clase de afecto hacia débil a las personas, y eso no les servía de nada en los túneles. Necesitaban a gente fuerte, mental y físicamente. Su "pareja" no hizo nada al respecto, simplemente se encogió de hombros y le dijo que las reglas eran así.

No podría olvidar nunca el dolor del parto, pero peor fue el momento en el que separaron su hijo recién nacido de su madre, Ella hizo todo lo posible para que no se lo quitaran, pataleo, lloro, suplico, no sirvió de nada. Nunca volvió a saber quien era su hijo, se resignó a tener que obedecer a los oficiales, a dar a luz a niñas que nunca la iba a llamar mamá.

Si, se sorprendió cuando vio aquel agujero del cual salía una luz brillante, nunca había visto algo así, a la vez que nunca había visto a la persona que había caído de aquel agujero. Su piel era morena y llena de puntos repartidos por su cuerpo. Ella nunca había visto una piel tan oscura, del mismo color de la tierra por la que estaban rodeados todo el día. El muchacho observó a toda la gente que se encontraba en el túnel, parecía sorprendido por la cantidad. De su cinturón sacó un objeto rojo, una bengala, y la apuntó hacia el agujero. La luz roja de la bengala iluminó las paredes de la cueva. Enseguida empezó a bajar mas gente por el agujero, hombres y mujeres de piel morena, algunas con la piel más clara o más oscura. Aquella gente les dijo que debían salir de aquellas cuevas, que los habían estado buscando para liberarlos.

Si se paraba a pensarlo probablemente no habría tenido valor para avanzar, así que antes de que las dudas y el miedo la paralizarán avanzó hacia aquellos extraños que les tendían la mano. los habitantes de las cuevas la observaban con miedo, sorprendidos por su acto de valentía. Ella no se sentía valiente, tenía miedo, mucho miedo. el hombre que primero había bajado se acercó a ella y la ayudó a subir por el agujero. La joven vio por el rabillo del ojo como más gente se acercaba a los extraños, pidiéndoles ayuda.

Si hubiera sabido cómo era el exterior habría intentado salir de aquellas cuevas hace años. Era brillante, incluso más que las lámparas que usaban en las cuevas. Ella se quedó ciega por un momento, se tapó la cara con las manos y retrocedió asustada por la súbita luminosidad. El joven moreno la ayudó a caminar, la guió hasta una estructura de madera en la que aquella luz cegadora no le daba de lleno en la cara el muchacho la sentó en el suelo y le indico que lo esperar allí la joven vio cómo el muchacho regresaba a el agujero a ayudar al resto de personas que estaban subiendo.

Si no hubiera dado aquel paso nunca habría sido capaz de observar aquel paisaje. Todo lo que había a su alrededor era verde, el suelo estaba recubierto de colores. Podía ver en el suelo más agujeros parecidos al mismo por el que ella había salido. A lo lejos se acercaban más personas con cestas y mantas y cantimploras a socorrer a la gente que iba saliendo de los agujeros. Algunas mujeres y hombres la rodearon, preguntándole si se encontraba bien, le dieron agua y comida que ella no había visto nunca en su vida. mientras comía aquella variedad de alimentos una mujer y un hombre observaban su cuerpo en busca de heridas o contusiones, se sorprendieron al ver las marcas de los embarazos en su estómago. le hicieron una gran variedad de preguntas las cuales ella respondió sin ningún problema. No se sentía avergonzada de los hijos que había tenido, a pesar de que no había podido cuidarlos personalmente.

No se dio cuenta cuando la dejaron sola, bajo la luz ardiente y rodeada de verde.

En paz.

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